LOS CARDENALES EN EL ACONCAGUA
(Por: Gustavo Gorni.).
Los primeros días de marzo 2012, Los Cardenales estuvimos presentes en el techo de
América para hacer flamear una vez más la bandera Uruguaya y hacer sentir el corazón
lacacino en las cumbres del mundo.
El Cerro Aconcagua con 6962 metros, es la montaña más alta de toda América y del
mundo fuera de Asia, y es la montaña número 2 en la lista de las 7 cumbres. ( la lista
de las cumbres mas altas de cada continente. La numero 1 es el monte Everest en el
Himalaya).
CRONICA DE LA EXPEDICION.
Equipo :
Guía Líder: Prof.Carlos Tejerina. 59 años. Argentino. Ex Jefe de Patrulla de Rescate en
Aconcagua. Más de 35 cumbres en el Aconcagua guiando expediciones.
Asistente: Maria Mac Kern. 48 años. Argentina. Medico –Pediatra- medico del equipo
de Terapia Intensiva Hospital de Mendoza. Especialista en Medicina de Altura. Más de
10 cumbres en Aconcagua.
Laura Camesselle- Expedicionaria- 42 años . Argentina- experiencia en montaña.
Ascensos al cerro Morocho ( Catamarca) 4700 mts, Bertram ( Catamarca) 5400 mts,
San Francisco ( Catamarca) 6083 mts.
Natalia Burgueño- Expedicionaria- 37 años – Argentina- Deportista- Sin experiencia en
alta montaña.
Alejandro Markovic- Expedicionario-27 años- Argentino- Experiencia en montaña.
Ascensos al Cerro Plata 6000 mts y Cerro Vallecitos 5400 mts, ambos en el Cordón del
Plata (Mendoza).
Gustavo Gorni .Expedicionario- 50 años- Uruguayo. Sin experiencia en alta montaña.
El 25 de febrero llegamos a Penitentes, zona cercana al parque Aconcagua, donde
instalamos nuestro centro de operaciones.
El objetivo era practicar técnicas de montañismo y comenzar en forma gradual un
proceso de aclimatación a la altura y al frío.
Penitentes se encuentra aproximadamente a 2500 msnm (metros sobre el nivel del mar).
Por cuatro días consecutivos estuvimos ascendiendo a cerros en el entorno de los 3500 a
3800 msnm.
También ascendimos algunas montañas en la zona del Cristo Redentor, sobre territorio
Chileno.
En todos estos días fuimos sintiendo los efectos de la altura (dolor de cabeza, algún
mareo y nauseas ). Todos ellos iban disminuyendo a medida que pasaban los días.
El equipo estaba preparado para llegar al campamento base del Aconcagua (plaza de
Mulas ubicado a 4300 msnm.) en condiciones tales que los efectos de la altura no
fueran tan marcados, como sucede con muchas personas que llegan directamente , con
poca aclimatación y sufren bastante el cambio de altitud.
El 29 de febrero ingresamos al parque Aconcagua en medio de un fuerte viento que
enlentecia nuestra marcha. En 2 días recorrimos aproximadamente 40 km de distancia y
cubrimos 1800 metros de desnivel.
El 1 de marzo llegamos a Plaza de Mulas bordeando al Coloso de Piedra (Aconcagua),
por su cara oeste.
El trekking fue muy duro. Llegamos todos extenuados pero contentos. Ninguno había
tenido que abortar la expedición.
Estábamos cansados, pero bien.
Al llegar nos enteramos que el viento que soportamos durante esos dos días había
causado muchos daños a nivel de los campamentos de altura.
Se barrieron prácticamente todas las carpas y todos los expedicionarios tuvieron que
bajar.
Luego de un día de recuperación en Plaza de Mulas (4300 msnm), continuamos el
ascenso.
Nuestro próximo destino era Plaza Canadá, ubicado a aproximadamente a 4900 msnm.
A medida que íbamos subiendo se sentía la falta de oxígeno.
A los mismos niveles de esfuerzo, el cansancio era mayor y había que respirar más
seguido para mantener oxigenados los pulmones.
Alejandro venía sin mayores dificultades, Laura ventilaba más de lo normal, Natalia con
algún mareo y dolor de cabeza. Le costaba seguir el ritmo pero ponía una voluntad de
hierro. Yo con algo de nauseas y sin apetito.
Con este escenario llegamos a Canadá donde acampamos a la espera de nuestro
próximo día donde intentaríamos llegar a nido de Cóndores (5500 msnm).
La noche se hizo rápido. El frío, ni bien se ocultó el sol, se intensificó. Teníamos fuera
de las carpas temperaturas del orden de – 5 C.
Comí muy poco esa noche. Estaba inapetente. Quería descansar bien para el día
siguiente.
Era consciente que tenía que comer mejor para poder sostener el esfuerzo venidero, pero
rechazaba la comida. Lo dulce me asqueaba. Lo salado, apenas lo podía tragar. Hacía el
esfuerzo pero no podía pasar más de 4 o 5 bocados.
Al día siguiente amaneció soleado con todas las cascadas de agua de deshielo
totalmente congeladas. Tuvimos que esperar a las 12 para poder cargar el agua que nos
hidrataría en el camino.
A pocos minutos de salir, Natalia experimenta mareos fuertes y siente una puntada en
el pecho. Maria y Carlos toman la decisión de separarla de la expedición e iniciar su
retorno a Plaza de Mulas. Sucede el primer fraccionamiento del equipo. Natalia rompe
en llanto. No puede aceptar que la altura le estuviera jugando esa mala pasada. Su
cumbre quedaba en los 5000 msnm de Plaza Canadá.
Luego de un fuerte abrazo con todo el grupo, regresa, mientras Alejandro, Laura y yo
continuamos rumbo a Nido de Cóndores.
Sobre las 17 hs llegamos a destino, bastante bien, cansados obviamente pero con resto.
Nido de Cóndores está situado sobre los 5500 msnm , bordeado de piedras con formas
de pájaros que parecen estar descansando en sus nidos. Ya a esa altura el oxigeno
escasea mucho, alcanzando niveles del orden del 50 % del que tenemos sobre el nivel
del mar. Se hace bastante difícil realizar alguna tarea sin agitarse y sin que la respiración sea aumentada en frecuencia.
A mí me seguía preocupando que estuviera sin ganas de comer. Luego de armado el
campamento, comenzó el operativo de derretir hielo. Estuvimos por más de hora y
media aprovisionándonos del agua para cocinar y cargar para el día siguiente.
Nos pusimos a hacer una polenta con queso mientras la tarde caía y el frío comenzaba
a hacerse sentir hasta el punto que si te quitabas los guantes, en menos de 5 minutos las
manos se empezaban a agarrotar y perdían sensibilidad.
Esa tardecita fue una de las más espectaculares que haya visto. Sobre las montañas
del oeste, el sol se ocultaba con tonos rojizos sobre los andes chilenos, mientras la
luna, casi llena aparecía del lado opuesto con una luz muy tenue sobre el sendero a los
campamentos superiores del ascenso al Aconcagua.
Hicimos fuerza para mantenernos fuera de las carpas contemplando tal majestuosidad.
El frío se acentuaba cada vez más. La temperatura alcanzaba casi los – 10 C, cuando
nos metimos dentro de las carpas para no salir sino hasta el día siguiente.
La olla de polenta pasaba de mano en mano para calentar la panza. La carpa iba
quedando a oscuras mientras se encendían las linternas frontales.
Aquella tarde, tampoco comí más que 7 u 8 cucharadas. Laura, Carlos y Alejandro se
devoraron todo, y muy temprano ya antes de las 20 y 30 estábamos dentro de los sobres
procurando descansar.
Esa noche sopló muy intensamente y la temperatura descendió hasta los -15 a -20
grados. El agua de las cantimploras, aun dentro de la carpa se congelaba. Previendo
esto, habíamos separado un litro, que colocamos dentro de los sobres de dormir.
Amaneció a eso de las 7 y 30 pero el sol recién comenzó a calentar a partir de las
10 de la mañana. A esa hora salimos de los sobres para desayunar algo y levantar el
campamento rumbo a nuestro siguiente destino: Berlín.
Sobre las 11 y 30 y con un viento bastante fuerte, salimos Laura, Alejandro, Carlos y
yo. Maria estaba acompañando a los vascos en el reality Aconcagua. Su presencia había
sido requerida porque habían aparecido complicaciones en algunos de los participantes.
Berlín o Cólera son 2 campamentos que se encuentran sobre los 6000 metros de altura y
son los últimos destinos previos al intento de cumbre.
Según nos comentaron los guías y médicos, a ese nivel todos los procesos biológicos
son degradativos. El cuerpo no asimila lo que come hasta luego de 2 días. La energía
para la actividad se genera a partir de las reservas que el organismo tiene en forma
de glucógeno, grasas y proteínas. Se pierde grasa y músculo todo el tiempo que uno
permanezca a esa o mayores alturas.
Alrededor de las 3 de la tarde marchábamos extenuados, a escasos 15 a 20 minutos de
llegar a destino.
Laura venía tras Carlos, muy agotada e hiperventilando. A Carlos esto lo preocupaba
mucho. Caminaba unos 5 o 6 pasos en franco ascenso y se tenía que detener con una
respiración muy pero muy intensa y frecuente. Carlos toma la decisión de separar
a Laura, explicando el riesgo de infarto potencial si seguían manifestándose de esa
manera los síntomas ante el transcurso de la marcha.
Nos detuvimos por 5 minutos para evaluar estrategias a seguir. Retornar a Laura hacia
Mulas era prácticamente más arriesgado que continuar ya que había que emprender un
retorno aún más duro, de alrededor de 4 a 5 horas de descenso.
Carlos decidió disminuir notoriamente la marcha para permitir que Laura llegase a
Berlín y al día siguiente emprender su regreso al campamento base.
Luego de 30 o 40 minutos de marcha muy reducida el equipo alcanza la meta del día.
El esfuerzo había sido tamaño.
Yo había llegado bien, pero me daba cuenta que mis energías se estaban acabando y no
estaba reponiendo una mínima fracción de lo que estaba gastando.
Cuando estábamos alcanzando los refugios de Berlín, se nos acerca el grupo de vascos
del reality Aconcagua que marchaban tan lentos como nosotros, la mayoría extenuados
y con algunos integrantes con síntomas de mal de altura de tal magnitud que llevarían a
la evacuación de estas personas a lugares más bajos.
Después nos enteramos por María que a pesar de ser todos atletas de gran porte en
España, muchos de ellos saturaban oxigeno en sangre, en valores cercanos al 50 %, lo
que hacía imperioso la evacuación de estas personas.
Al llegar a Berlín, armamos las carpas, derretimos hielo,…….., en fin, repetimos todas
las rutinas que nos venían acompañando durante los últimos días.
El frío era aún mayor y la necesidad de algo caliente era lo que predominaba en
nosotros. El sol todavía tardaría unos 50 minutos en ocultarse cuando la temperatura era
inferior a los -10 grados.
La sopa caliente reconfortó nuestros corazones, mientras por la ventana veíamos bajo
nosotros todas aquellas montañas de los alrededores que desde la carretera de entrada al
parque parecían inalcanzables.
Sólo la cumbre del Aconcagua aún estaba por sobre la horizontal de nuestras miradas.
La teníamos ahí, parecía que la íbamos a tocar con la mano, pero esa sensación la
teníamos desde que habíamos llegado a Plaza de Mulas.
Agaché la cabeza y decidí que mi cumbre se plantaba en los 6000.
Estaba feliz. Había disfrutado a pleno y a mi manera como dice la canción, cada paso
hacia la cumbre, y estaba seguro que intentar ir más arriba me podía hacer pasar un mal
momento, o al menos las posibilidades eran altas.
Mis reservas se estaban acabando y el oxígeno más arriba iba a ser cada vez menor.
Había asimilado muy bien el concepto de que la mayoría de los accidentes se producían
durante el descenso, a consecuencia de que la gente llegaba tan extenuada a la cumbre,
que se quedaban sin energías y sin lucidez para emprender la bajada.
Había prometido a mi familia que iba a priorizar mi seguridad, así que no estaba
dispuesto a arriesgar nada más allá de lo que implícitamente está asumido en este tipo
de expedición. Así que con firme convicción, trasmití a Carlos mi decisión.
Al día siguiente acompañaría a Laura en el descenso hacia Plaza de Mulas.
Sentía una alegría inmensa por estar en lo más alto de América bajo aquel espectáculo
imponente que la naturaleza me estaba regalando. Todo parecía un sueño. La alegría, los
recuerdos, las nostalgias por todos los seres queridos que me rodean o me rodearon en
algún momento de mi vida, me inundaron los ojos y el alma.
Esa noche fue larga y gélida. El viento comenzó a soplar muy pero muy fuerte. La
carpa se sacudía constantemente, dejando caer por momentos los objetos que habíamos
colocado en los bolsillos laterales. El tiempo nos había acompañado hasta el momento
pero…en el Aconcagua todo es tan rápido y cambiante que nunca se sabe. Recé porque
todo fuese un mero susto momentáneo.
El día siguiente amaneció soleado para nosotros, oscuro para los vascos que habían
decidido acampar en plaza Cólera. ( nosotros elegimos Berlín, mas lejos pero más
protegidos). En Cólera el viento había hecho lo suyo y derribó en plena noche 4 de las
9 carpas que el programa había montado. El Aconcagua había dicho no a la expedición
vasca. A primeras horas de la mañana el contingente europeo tuvo que descender. La
expedición había terminado para ellos también pero por otras circunstancias.
Sobre las 12 del mediodía, Laura y yo emprendimos el regreso a Mulas, con la
asistencia de Emmanuel, un experimentado porteador, asistente de Carlos.
Alejandro se quedaría para intentar cumbre al día siguiente.
El descenso a Mulas fue muy rápido. Lo que nos había costado ascender en 3 días, lo
habíamos descendido en 5 horas.
El encuentro con Natalia fue muy emotivo. De alguna forma nos estábamos
encontrando cada uno con su propia cumbre.
Solo quedaba Alejandro en lo más alto del cerro aguardando para dar la trepada final.
Al día siguiente, Alejandro comienza la última etapa y poco antes de llegar a la Canaleta
(zona de fuerte pendiente previo a la cumbre) desafortunadamente experimenta vómitos
y mareos, seguramente como consecuencia del esfuerzo realizado a estas mayores
alturas. Lo que no había experimentado durante toda la expedición apreció para decirle
no a la cumbre a escasos 300 metros de ella.
Sobre el viernes 9 de marzo, a la mañana el equipo emprendió el regreso hacia la
entrada del parque, sobre la Laguna Horcones.
Todos felices por la experiencia vivida y por las increíbles vivencias que nos
acompañaron y compartimos en esta inolvidable expedición. Al final del día y con el
cansancio de más de 7 horas de caminata, un buen asado nos esperaba y las tan ansiadas
cervezas que fueron protagonistas del brindis de cierre.
La bandera Uruguaya había flameado a los 6000 metros en aquel soleado 5 de marzo
a costa de la pérdida de 6 kilos de peso. La asignatura pendiente ahora era comer para
recuperar lo perdido.
Al final de todo y como reflexión después de tantos momentos compartidos, nos quedó
algo muy claro. “Los sueños se cumplen sólo cuando se intentan”.
(Por: Gustavo Gorni.).
Los primeros días de marzo 2012, Los Cardenales estuvimos presentes en el techo de
América para hacer flamear una vez más la bandera Uruguaya y hacer sentir el corazón
lacacino en las cumbres del mundo.
El Cerro Aconcagua con 6962 metros, es la montaña más alta de toda América y del
mundo fuera de Asia, y es la montaña número 2 en la lista de las 7 cumbres. ( la lista
de las cumbres mas altas de cada continente. La numero 1 es el monte Everest en el
Himalaya).
CRONICA DE LA EXPEDICION.
Equipo :
Guía Líder: Prof.Carlos Tejerina. 59 años. Argentino. Ex Jefe de Patrulla de Rescate en
Aconcagua. Más de 35 cumbres en el Aconcagua guiando expediciones.
Asistente: Maria Mac Kern. 48 años. Argentina. Medico –Pediatra- medico del equipo
de Terapia Intensiva Hospital de Mendoza. Especialista en Medicina de Altura. Más de
10 cumbres en Aconcagua.
Laura Camesselle- Expedicionaria- 42 años . Argentina- experiencia en montaña.
Ascensos al cerro Morocho ( Catamarca) 4700 mts, Bertram ( Catamarca) 5400 mts,
San Francisco ( Catamarca) 6083 mts.
Natalia Burgueño- Expedicionaria- 37 años – Argentina- Deportista- Sin experiencia en
alta montaña.
Alejandro Markovic- Expedicionario-27 años- Argentino- Experiencia en montaña.
Ascensos al Cerro Plata 6000 mts y Cerro Vallecitos 5400 mts, ambos en el Cordón del
Plata (Mendoza).
Gustavo Gorni .Expedicionario- 50 años- Uruguayo. Sin experiencia en alta montaña.
El 25 de febrero llegamos a Penitentes, zona cercana al parque Aconcagua, donde
instalamos nuestro centro de operaciones.
El objetivo era practicar técnicas de montañismo y comenzar en forma gradual un
proceso de aclimatación a la altura y al frío.
Penitentes se encuentra aproximadamente a 2500 msnm (metros sobre el nivel del mar).
Por cuatro días consecutivos estuvimos ascendiendo a cerros en el entorno de los 3500 a
3800 msnm.
También ascendimos algunas montañas en la zona del Cristo Redentor, sobre territorio
Chileno.
En todos estos días fuimos sintiendo los efectos de la altura (dolor de cabeza, algún
mareo y nauseas ). Todos ellos iban disminuyendo a medida que pasaban los días.
El equipo estaba preparado para llegar al campamento base del Aconcagua (plaza de
Mulas ubicado a 4300 msnm.) en condiciones tales que los efectos de la altura no
fueran tan marcados, como sucede con muchas personas que llegan directamente , con
poca aclimatación y sufren bastante el cambio de altitud.
El 29 de febrero ingresamos al parque Aconcagua en medio de un fuerte viento que
enlentecia nuestra marcha. En 2 días recorrimos aproximadamente 40 km de distancia y
cubrimos 1800 metros de desnivel.
El 1 de marzo llegamos a Plaza de Mulas bordeando al Coloso de Piedra (Aconcagua),
por su cara oeste.
El trekking fue muy duro. Llegamos todos extenuados pero contentos. Ninguno había
tenido que abortar la expedición.
Estábamos cansados, pero bien.
Al llegar nos enteramos que el viento que soportamos durante esos dos días había
causado muchos daños a nivel de los campamentos de altura.
Se barrieron prácticamente todas las carpas y todos los expedicionarios tuvieron que
bajar.
Luego de un día de recuperación en Plaza de Mulas (4300 msnm), continuamos el
ascenso.
Nuestro próximo destino era Plaza Canadá, ubicado a aproximadamente a 4900 msnm.
A medida que íbamos subiendo se sentía la falta de oxígeno.
A los mismos niveles de esfuerzo, el cansancio era mayor y había que respirar más
seguido para mantener oxigenados los pulmones.
Alejandro venía sin mayores dificultades, Laura ventilaba más de lo normal, Natalia con
algún mareo y dolor de cabeza. Le costaba seguir el ritmo pero ponía una voluntad de
hierro. Yo con algo de nauseas y sin apetito.
Con este escenario llegamos a Canadá donde acampamos a la espera de nuestro
próximo día donde intentaríamos llegar a nido de Cóndores (5500 msnm).
La noche se hizo rápido. El frío, ni bien se ocultó el sol, se intensificó. Teníamos fuera
de las carpas temperaturas del orden de – 5 C.
Comí muy poco esa noche. Estaba inapetente. Quería descansar bien para el día
siguiente.
Era consciente que tenía que comer mejor para poder sostener el esfuerzo venidero, pero
rechazaba la comida. Lo dulce me asqueaba. Lo salado, apenas lo podía tragar. Hacía el
esfuerzo pero no podía pasar más de 4 o 5 bocados.
Al día siguiente amaneció soleado con todas las cascadas de agua de deshielo
totalmente congeladas. Tuvimos que esperar a las 12 para poder cargar el agua que nos
hidrataría en el camino.
A pocos minutos de salir, Natalia experimenta mareos fuertes y siente una puntada en
el pecho. Maria y Carlos toman la decisión de separarla de la expedición e iniciar su
retorno a Plaza de Mulas. Sucede el primer fraccionamiento del equipo. Natalia rompe
en llanto. No puede aceptar que la altura le estuviera jugando esa mala pasada. Su
cumbre quedaba en los 5000 msnm de Plaza Canadá.
Luego de un fuerte abrazo con todo el grupo, regresa, mientras Alejandro, Laura y yo
continuamos rumbo a Nido de Cóndores.
Sobre las 17 hs llegamos a destino, bastante bien, cansados obviamente pero con resto.
Nido de Cóndores está situado sobre los 5500 msnm , bordeado de piedras con formas
de pájaros que parecen estar descansando en sus nidos. Ya a esa altura el oxigeno
escasea mucho, alcanzando niveles del orden del 50 % del que tenemos sobre el nivel
del mar. Se hace bastante difícil realizar alguna tarea sin agitarse y sin que la respiración sea aumentada en frecuencia.
A mí me seguía preocupando que estuviera sin ganas de comer. Luego de armado el
campamento, comenzó el operativo de derretir hielo. Estuvimos por más de hora y
media aprovisionándonos del agua para cocinar y cargar para el día siguiente.
Nos pusimos a hacer una polenta con queso mientras la tarde caía y el frío comenzaba
a hacerse sentir hasta el punto que si te quitabas los guantes, en menos de 5 minutos las
manos se empezaban a agarrotar y perdían sensibilidad.
Esa tardecita fue una de las más espectaculares que haya visto. Sobre las montañas
del oeste, el sol se ocultaba con tonos rojizos sobre los andes chilenos, mientras la
luna, casi llena aparecía del lado opuesto con una luz muy tenue sobre el sendero a los
campamentos superiores del ascenso al Aconcagua.
Hicimos fuerza para mantenernos fuera de las carpas contemplando tal majestuosidad.
El frío se acentuaba cada vez más. La temperatura alcanzaba casi los – 10 C, cuando
nos metimos dentro de las carpas para no salir sino hasta el día siguiente.
La olla de polenta pasaba de mano en mano para calentar la panza. La carpa iba
quedando a oscuras mientras se encendían las linternas frontales.
Aquella tarde, tampoco comí más que 7 u 8 cucharadas. Laura, Carlos y Alejandro se
devoraron todo, y muy temprano ya antes de las 20 y 30 estábamos dentro de los sobres
procurando descansar.
Esa noche sopló muy intensamente y la temperatura descendió hasta los -15 a -20
grados. El agua de las cantimploras, aun dentro de la carpa se congelaba. Previendo
esto, habíamos separado un litro, que colocamos dentro de los sobres de dormir.
Amaneció a eso de las 7 y 30 pero el sol recién comenzó a calentar a partir de las
10 de la mañana. A esa hora salimos de los sobres para desayunar algo y levantar el
campamento rumbo a nuestro siguiente destino: Berlín.
Sobre las 11 y 30 y con un viento bastante fuerte, salimos Laura, Alejandro, Carlos y
yo. Maria estaba acompañando a los vascos en el reality Aconcagua. Su presencia había
sido requerida porque habían aparecido complicaciones en algunos de los participantes.
Berlín o Cólera son 2 campamentos que se encuentran sobre los 6000 metros de altura y
son los últimos destinos previos al intento de cumbre.
Según nos comentaron los guías y médicos, a ese nivel todos los procesos biológicos
son degradativos. El cuerpo no asimila lo que come hasta luego de 2 días. La energía
para la actividad se genera a partir de las reservas que el organismo tiene en forma
de glucógeno, grasas y proteínas. Se pierde grasa y músculo todo el tiempo que uno
permanezca a esa o mayores alturas.
Alrededor de las 3 de la tarde marchábamos extenuados, a escasos 15 a 20 minutos de
llegar a destino.
Laura venía tras Carlos, muy agotada e hiperventilando. A Carlos esto lo preocupaba
mucho. Caminaba unos 5 o 6 pasos en franco ascenso y se tenía que detener con una
respiración muy pero muy intensa y frecuente. Carlos toma la decisión de separar
a Laura, explicando el riesgo de infarto potencial si seguían manifestándose de esa
manera los síntomas ante el transcurso de la marcha.
Nos detuvimos por 5 minutos para evaluar estrategias a seguir. Retornar a Laura hacia
Mulas era prácticamente más arriesgado que continuar ya que había que emprender un
retorno aún más duro, de alrededor de 4 a 5 horas de descenso.
Carlos decidió disminuir notoriamente la marcha para permitir que Laura llegase a
Berlín y al día siguiente emprender su regreso al campamento base.
Luego de 30 o 40 minutos de marcha muy reducida el equipo alcanza la meta del día.
El esfuerzo había sido tamaño.
Yo había llegado bien, pero me daba cuenta que mis energías se estaban acabando y no
estaba reponiendo una mínima fracción de lo que estaba gastando.
Cuando estábamos alcanzando los refugios de Berlín, se nos acerca el grupo de vascos
del reality Aconcagua que marchaban tan lentos como nosotros, la mayoría extenuados
y con algunos integrantes con síntomas de mal de altura de tal magnitud que llevarían a
la evacuación de estas personas a lugares más bajos.
Después nos enteramos por María que a pesar de ser todos atletas de gran porte en
España, muchos de ellos saturaban oxigeno en sangre, en valores cercanos al 50 %, lo
que hacía imperioso la evacuación de estas personas.
Al llegar a Berlín, armamos las carpas, derretimos hielo,…….., en fin, repetimos todas
las rutinas que nos venían acompañando durante los últimos días.
El frío era aún mayor y la necesidad de algo caliente era lo que predominaba en
nosotros. El sol todavía tardaría unos 50 minutos en ocultarse cuando la temperatura era
inferior a los -10 grados.
La sopa caliente reconfortó nuestros corazones, mientras por la ventana veíamos bajo
nosotros todas aquellas montañas de los alrededores que desde la carretera de entrada al
parque parecían inalcanzables.
Sólo la cumbre del Aconcagua aún estaba por sobre la horizontal de nuestras miradas.
La teníamos ahí, parecía que la íbamos a tocar con la mano, pero esa sensación la
teníamos desde que habíamos llegado a Plaza de Mulas.
Agaché la cabeza y decidí que mi cumbre se plantaba en los 6000.
Estaba feliz. Había disfrutado a pleno y a mi manera como dice la canción, cada paso
hacia la cumbre, y estaba seguro que intentar ir más arriba me podía hacer pasar un mal
momento, o al menos las posibilidades eran altas.
Mis reservas se estaban acabando y el oxígeno más arriba iba a ser cada vez menor.
Había asimilado muy bien el concepto de que la mayoría de los accidentes se producían
durante el descenso, a consecuencia de que la gente llegaba tan extenuada a la cumbre,
que se quedaban sin energías y sin lucidez para emprender la bajada.
Había prometido a mi familia que iba a priorizar mi seguridad, así que no estaba
dispuesto a arriesgar nada más allá de lo que implícitamente está asumido en este tipo
de expedición. Así que con firme convicción, trasmití a Carlos mi decisión.
Al día siguiente acompañaría a Laura en el descenso hacia Plaza de Mulas.
Sentía una alegría inmensa por estar en lo más alto de América bajo aquel espectáculo
imponente que la naturaleza me estaba regalando. Todo parecía un sueño. La alegría, los
recuerdos, las nostalgias por todos los seres queridos que me rodean o me rodearon en
algún momento de mi vida, me inundaron los ojos y el alma.
Esa noche fue larga y gélida. El viento comenzó a soplar muy pero muy fuerte. La
carpa se sacudía constantemente, dejando caer por momentos los objetos que habíamos
colocado en los bolsillos laterales. El tiempo nos había acompañado hasta el momento
pero…en el Aconcagua todo es tan rápido y cambiante que nunca se sabe. Recé porque
todo fuese un mero susto momentáneo.
El día siguiente amaneció soleado para nosotros, oscuro para los vascos que habían
decidido acampar en plaza Cólera. ( nosotros elegimos Berlín, mas lejos pero más
protegidos). En Cólera el viento había hecho lo suyo y derribó en plena noche 4 de las
9 carpas que el programa había montado. El Aconcagua había dicho no a la expedición
vasca. A primeras horas de la mañana el contingente europeo tuvo que descender. La
expedición había terminado para ellos también pero por otras circunstancias.
Sobre las 12 del mediodía, Laura y yo emprendimos el regreso a Mulas, con la
asistencia de Emmanuel, un experimentado porteador, asistente de Carlos.
Alejandro se quedaría para intentar cumbre al día siguiente.
El descenso a Mulas fue muy rápido. Lo que nos había costado ascender en 3 días, lo
habíamos descendido en 5 horas.
El encuentro con Natalia fue muy emotivo. De alguna forma nos estábamos
encontrando cada uno con su propia cumbre.
Solo quedaba Alejandro en lo más alto del cerro aguardando para dar la trepada final.
Al día siguiente, Alejandro comienza la última etapa y poco antes de llegar a la Canaleta
(zona de fuerte pendiente previo a la cumbre) desafortunadamente experimenta vómitos
y mareos, seguramente como consecuencia del esfuerzo realizado a estas mayores
alturas. Lo que no había experimentado durante toda la expedición apreció para decirle
no a la cumbre a escasos 300 metros de ella.
Sobre el viernes 9 de marzo, a la mañana el equipo emprendió el regreso hacia la
entrada del parque, sobre la Laguna Horcones.
Todos felices por la experiencia vivida y por las increíbles vivencias que nos
acompañaron y compartimos en esta inolvidable expedición. Al final del día y con el
cansancio de más de 7 horas de caminata, un buen asado nos esperaba y las tan ansiadas
cervezas que fueron protagonistas del brindis de cierre.
La bandera Uruguaya había flameado a los 6000 metros en aquel soleado 5 de marzo
a costa de la pérdida de 6 kilos de peso. La asignatura pendiente ahora era comer para
recuperar lo perdido.
Al final de todo y como reflexión después de tantos momentos compartidos, nos quedó
algo muy claro. “Los sueños se cumplen sólo cuando se intentan”.