ULTRAMARATON - ACEGUA - MELO
REPERCUCIONES
Que mejor título, de pronto, el más acorde.
Habiendo consumido todas las historias y anécdotas posibles, hacé un año atrás me planteé el objetivo de completar una Ultra.
Avido de conocimientos y consejos, me zambullí en cuanto foro e historia pude traté de consumir experiencias ajenas, en busca de vivir la propia.
Cada tanto miraba por el rabillo del ojo, ya tenía decidido dónde y cuando seria.
El tiempo pasó, los kilómetros se sucedían al igual que las competencias y algunos fantasmas del pasado acudían a decir presente, no me preparé como pretendí, más bien como pude y sobretodo al final.
Sin haber realizado un entrenamiento específico, más que los kilómetros acumulados a lo largo de un año, me encontré en la línea de partida en la ciudad de Acegüa a nada más que 60k de mi meta.
Como un acto quizás premonitorio, fruto de un destino hecho en base a esfuerzo, sacrificio y sufrimientos, recibimos la bendición del cura y nos dirigimos a rendir un minuto de silencio a quiénes dejaron su vida en la misma ruta por la que debíamos transitar, un tributo a los “quileros”.
Me planté en la línea con un solo objetivo “llegar era todo”, siempre lo fue.
La estrategia era muy simple, tomar ventaja en los primeros 20k y paulatinamente usarla luego de los 42k para poder terminar en un tiempo que entendía accesible de 6 horas.
Esperé tranquilo, recibí muchas veces el aliento de muchos al costado, pero esperé sobretodo, no podía largar, tenía que correr con el pie sobre el freno.
Sabía que el calor y el sol que se aproximaban serían determinantes, la atención era excelente motos que iban y venían, camionetas, policia, el ómnibus con la gente de los 30k, agua, comida, lo que pidieras estaba a disposición.
Allá promediando la carrera nadie me pasaba, miré hacia atrás y en por lo menos 1k no había “nadie”, algunos adelante se venían quedando, el sol pegaba durísimo, los repechos se negociaban, las bajadas y planos se sucedían, pero mi única ansiedad era cruzar la barrera de los 42k y después? me pregunté, después vas a buscar el 50 y el 60, es que hay otra posibilidad?.
Luego de cruzar los míticos y ansiados 42k estaba maravillado, parecía una entidad abstracta, sin molestias, sin dolores ni calambres, habían pasado 4 horas de trote continuo y empezaba sentir un poco el tedio, pasaron una tras otra las marcas, solo al llegar a los 52k comencé a sentir que no avanzaba, que no se sucedían más los kilómetros, pero me “veía” imparable, incontenible, estaba en tiempo, dentro de lo planificado, comenzaban a pasarme algunos corredores de los 30k y eso me resultaba increíble.
El paisaje, había acompañado en silencio, respetuoso, todo el camino y ya se sentía el olor de la ciudad, el clima, el movimiento y porque no mencionarlo, el cartel que anunciaba la entrada a MELO.
Ya?, no puede ser, no siento molestias, no siento dolores, no siento cansancio, ya estoy llegando?, y los calambres que esperaba sufrir, no estaban, no venían, no puede ser, mentira, tengo que estar alucinando caminaba tan rápido como trotaba, trotaba tan rápido y firme como podía, en mi cabeza sonaban solo 2 palabras “ya está”, los músculos producían contracciones involuntarias, veía al piso y mis pies automáticamente se sobrepasaban el uno al otro.
No podía creerlo, veía el cartel de arribo, 5 o 6 cuadras más, no entendía como me costaba tanto con los 42k y ahora próximo a terminar 60k era todo mucho más fácil, como lo leí varias veces en algunos relatos de “Karno”, todo se resume a “poner un pie delante del otro, como los bebes”, nada más simple, nada más fácil.